martes, junio 14, 2005

M. descubre su gusto por las guías de turismo

Esto no es exactamente una guía de viajes. Más bien, como en el legendario "El pollo no se come con la mano" de Pitigrilli, de lo que se trata aquí es de reír un poco a costa de los demás, es decir, del mejor modo posible. No es esto una incitación a la burla tampoco. Todo se explica porque un día L. y M. decidieron visitar la Basílica del Voto Nacional en plan “turistas de provincia”, es decir, dispuestos a encomiar sin reproches los monumentos capitalinos. Lo que pasó fue que estando al pie del majestuoso templo se arrepintieron de trepar la torre y preguntaron al guía por un paseo equivalente pero que demandara menor esfuerzo. El guía, algo desilusionado y totalmente resignado a no recibir propina, tomó su llavero y los condujo por primera vez hasta el panteón. Fue para peor. M. se hundió en la melancolía y L. en la sorpresa. A partir de ese día, cada dos o tres domingos M. regresaba a la basílica para encontrar al guía. A veces le pedía la llave, entraba solo y se quedaba muchas horas adentro. Es por esto que L. recibió con sorpresa el texto sobre el panteón, sus divagaciones crueles y graciosas.